EL ESTIGMA EN LAS PERSONAS CON ENFERMEDAD MENTAL
Las actitudes discriminatorias son una barrera para la integración social, que se agravan por la escasa influencia del colectivo, que tiene limitado su poder de influencia: en el trabajo, en su entorno, en los medios de comunicación y ante la administración. Esto se deriva de la escasa dotación de recursos en los presupuestos y del lento desarrollo de los servicios, que no sucede con otras enfermedades.
Afecta a su recuperación y optan por no buscar ayuda profesional, para no ser identificados y etiquetados como “personas con enfermedad mental”, a causa del prejuicio y discriminación que ello pudiera implicar. Esta valoración negativa hace que las personas afectadas pierdan la confianza en sí mismas, alimentando la idea de renuncia a las expectativas personales y profesionales, perpetuando así el ciclo del auto-estigma.
Dificulta el encontrar y mantener un trabajo ordinario, derivado de sensaciones de incompetencia y la falta de competitividad, con el consiguiente problema económico.
Genera la aparición de auto-prejuicios, que les conduce al auto-aislamiento social, o a la limitación de los contactos sociales a otras personas que también padecen una enfermedad mental, lo que desemboca en la marginalización, perpetuando el ciclo del estigma.
Influye en sus relaciones personales y les empuja a aislarse como grupo, como consecuencia de la desinformación, la falta de comprensión y el rechazo de los otros, incluso reconociendo que este auto-aislamiento es una importante limitación para su inserción en la sociedad.
Ocultan su problema a las personas que les rodean (No a todo el mundo le puedes contar que tienes una enfermedad mental). El temor a ser identificado como una persona con un diagnóstico de enfermedad mental, conlleva al rechazo de los servicios y del apoyo profesional. Al ocultar su problema a las personas que le rodean se anticipan el rechazo, aunque éste nunca llegue a ocurrir.
Se decide por ellos, sin preguntarles, desde el perjuicio de que ellos no saben, no puede, no son capaces, lo que afecta a sus derechos y capacidad para participar en asuntos públicos.
EL ESTIGMA EN LAS FAMILIAS
El estigma de la enfermedad mental grave y persistente no sólo afecta a las personas que la padecen, sino también a los que le rodean. Cuando aparece la enfermedad mental en un miembro de la familia toda ella queda afectada y la situación se agrava, a causa de las propias creencias, de una escasa atención desde los servicios públicos y de la actitud negativa del entorno. Este fenómeno, llamado estigma asociativo, pone de manifiesto que los prejuicios y la discriminación que sufren las personas con trastorno mental grave también afecta a sus familias.
Conforman estereotipos negativos sobre la enfermedad mental, que se manifiestan en reacciones de incomprensión, negación, e incluso rechazo, que se suele dar en un primer momento al conocer el diagnóstico de su familiar.
Genera sentimientos de vergüenza y culpabilidad y la sensación de creerse responsables de la enfermedad mental de su familiar o, incluso, llegar a pensar que determinadas situaciones familiares y factores hereditarios pueden haber sido la causa del problema, con lo que aumentan los sentimientos autoestigmatizadores de culpa.
Mantienen comportamientos que perpetúan el estigma. Ante la ausencia de apoyos adecuados pueden mantenerse comportamientos que ayudan a perpetuar el estigma social asociado, que se traduce en actitudes de sobreprotección, o de rechazo con la imposición de autolimitaciones, en aspectos como el trabajo, la asistencia a la rehabilitación, o las relaciones personales o de pareja y lleva a ocultar la enfermedad en su entorno.
Perciben el rechazo al ver como su familiar con enfermedad mental es aislado y apartado de las actividades sociales, por el solo hecho de haber sido etiquetado como enfermo mental, en base a estereotipos, basados en el desconocimiento e ideas erróneas. Esta situación conlleva a un gran sufrimiento e incertidumbre en la familia, que ve cómo poco a poco el aislamiento social es cada vez más preocupante.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Mantienen el estereotipo de las personas con enfermedad mental. Los medios de comunicación, por su impacto social, tienen un papel importante en el mantenimiento de estereotipos. Como parte de la sociedad, es habitual que reflejen las creencias erróneas y las trasmiten en sus informaciones. El uso de terminologías inadecuadas sobre diagnósticos, fruto del desconocimiento o el uso de descripciones morbosas, que asocian, de forma determinista, a la persona que sufre una enfermedad mental con la agresividad o la violencia ayuda a que se divulguen actitudes estigmatizantes, o las tratan como incapaces, a veces con paternalismo, dando un enfoque infantil a las noticias relacionadas con ellas. No suelen utilizan las guías de las asociaciones de familiares o de usuarios y de organismos internacionales, orientadas a aumentar el conocimiento sobre Salud Mental y que invitan a la reflexión sobre la manera de tratar estos asuntos en los medios de comunicación. Un enfoque inclusivo basado en el conocimiento y en el respeto a la persona y su entorno favorece la superación del estigma social.
Perpetúan prejuicios negativos al presentar a las personas con enfermedad mental como peligrosas. En la mayoría de las noticias sólo se habla del tema para justificar comportamientos en la sección de sucesos. Algunas ocasiones, se utiliza la enfermedad mental y los diagnósticos para justificar el comportamiento, generalmente violento, de las personas, lo que no se hace cuando se trata de otro tipo de enfermedades. Se relaciona el diagnóstico psiquiátrico para justificar el comportamiento, eventualmente violento. Se olvida de que está demostrado que, por causa de su enfermedad, el colectivo no es más violento que sus conciudadanos y que, por el contrario, en el origen de la violencia puede estar el desprecio y diversos grados de mal trato.
El estigma es la etiqueta negativa que se pone sobre las personas y que les resulta muy difícil desprenderse de ella, en el caso de las personas con trastornos mentales, la sociedad suele etiquetarlos de peligrosos, de débiles e inútiles, lo que genera actitudes y actos discriminatorios de rechazo hacia ellos.
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